Sí, esta es la misión principal del plan que me guía en el proyecto que es Vivir en Plenitud con Almu: “sentir la plenitud y vivir desde ahí cada día”. Una intención que en ciertos momentos se me antoja un elevado propósito; al tiempo que siempre consigo reconocerme en algún instante de plenitud.
En esa plenitud en la que el ego no tiene cabida, en la que siento un profundo agradecimiento por cada bocanada de aire que mi cuerpo naturalmente consigue regalar a todas mis células a través de la bendita respiración.
Volviendo a la plenitud, me doy cuenta de que es incompatible con la impaciencia, con el ansia de acumular que esconde la sensación de carencia, con esa creencia arrasadora de que ‘nada es suficiente’. Y en esa toma de conciencia, de repente, se disipa la exigencia, la necesidad, y respiro profundo abrazándome como apenas recuerdo haberlo hecho en el pasado. Y entonces sí, consigo detenerme a deleitarme en el momento presente.
Aunque hubo un tiempo en el que la desazón de esas creencias limitantes me quemaba por dentro y me llevaba a reaccionar por fuera, una sensibilidad extrema, que se expresaba con enfado e irritación. No comprendía, solo quería huir. Salir corriendo, escapar de mí, de esas voces que me atormentaban con ideas repetitivas, con juicios y críticas que no me dejaban avanzar, que boicoteaban cada intento de despegue. Solo en la apariencia, una ilusión que me minaba por dentro, mientras en realidad sí que se daba el avance, la transformación estaba ya en marcha, aunque no fuera consciente de ella, ni celebrara los pasos.
Por no mencionar el esfuerzo continuo, la ausencia de disfrute, el gozo que no merecía, el deleite se me antojaba cuasi pecado. Igual no era tanto, o sí. Ahora lo estoy volcando en estas líneas y al liberarme de ello siento una ligereza agradable. No me importa si lo viví exageradamente o es una interpretación errada (no me gusta el ordenador porque me permite dar marcha atrás e interrumpe el flujo natural de la escritura automática);
en fin, yo puedo siempre utilizar los comandos a mi antojo, de nuevo recupero el poder, todo está en mí.
Y aquí aparece un hilo del que tirar, sí este es mi tema porque es mi experiencia, mi leitmotiv, mi inspiración propia y compartida. ‘Yo soy la creadora de mi vida’ y esta responsabilidad que en ocasiones me desborda, es realmente una bendición que estoy aprendiendo a manejar con sabiduría.
Sí, todo comienza dentro de mí, con un pensamiento que es apoyado por una emoción y de ahí a la palabra manifestadora; y ¡voilá! sencillo y real. Entonces porqué ando dando tumbos. Me creo en parálisis, mientras no dejo de correr. Porque no me detuve verdaderamente, ahora empiezo a darme cuenta.
Solo desde esa presencia y corazón que comparto y guío felizmente fuera es posible que me ordene dentro y experimente el gozo de la plenitud, esa paz dentro que me permite encontrarme conmigo, a solas, en compañía, feliz, triste, alegre, tranquila o excitada. Y abrazarme, siempre. Conectando con mi propia luz, ese pegaso poderoso que eleva sus patas y alza el vuelo, ligero y confiado. Y sonrío, suave, sin escándalo, como se despliega la alegría interna.
‘Todo comienza dentro de ti’, ‘Tú eres la persona más importante de tu vida’, me digo mientras te escribo. Y quiénes me rodean: ‘espejos que me devuelven mi propia imagen’, para que bucee en el conocimiento de mí misma, para seguir profundizando en la verdad que soy, quitando capas de personajes caducos, que ya no me apoyan en mi propósito vital.
Y ahí sí me puedo encontrar conmigo en mi propio planeta, siendo la reina de mi universo. Sin nada que controlar, sin nada que hacer, ni aparentar, siendo, sin más. Y llegan las emociones y me zarandean, pero ya no me pierdo. Puedo verme en la tormenta, desde la calma que es refugio interno, que permanece inalterable.
En este comienzo de nueva vida en el que cada día me doy de bruces con una realidad imprevista que me devuelve el espejo de que no sé apenas nada, que me invita a que me abra a sentir, a vivir, lo que llega, apreciándolo en su grandeza que es infinita, empiezo a comprender que la abundancia comienza ahí justo, en esa mirada que me permite poner en valor la vida, cada instante, como un tesoro, bendito, milagroso.
Y doy gracias, siempre gracias. Y me reconozco en el lugar perfecto, en el tiempo preciso. En este eterno presente en el que se despliega la vida, toda ella. Es aquí donde elijo estar.