¡¡Qué gran alivio!!
Siento profunda ligereza.
De repente la carga se desvanece,
aunque sea solo por unos instantes eternos.
El cuerpo recupera su sentir liviano
y el corazón late vivaz y contento.
Este fin de semana me permití
‘descan-ser’ en un grupo de sostenedores de primera.
Solo tuve que ponerme a disposición
de mi necesidad en este momento, la Vida hizo el resto.
Y mis compañeros y el maestro gurundi cedieron sus corazones
para que fuera posible.
La condición de ser humano en general,
y el papel de madre en particular,
llevan como función inherente la de sostener;
desde la que somos capaces de sostener casi todo…
emociones, situaciones, creencias e incluso personas.
Si bien, nuestro sostén individual tiene un límite.
Aunque, a veces, cual malabaristas intrépidos del Cirque Du Soleil,
nos aventuremos a sostener platillos infinitos
en inestable equilibrio.
Justo estaba en ese momento de vértigo que surge
cuando sientes que ya no puedes sostener ni un platillo más,
que incluso te cuestionas hasta cuando podrás sostener
los platillos que ya están girando sobre tu cabeza.
Cuando inesperadamente… llegó el regalo.
Fueron apareciendo las manos sostenedoras
que me ayudaron el tiempo suficiente
para mirar mis platillos con cierta distancia
e incluso disfrutar de un breve descanso.
La parada necesaria para conectar con la claridad
que me permite discernir qué platillos son verdaderamente importantes
y cuáles soy capaz de sostener en este momento.
Concederme el espacio para reconocer
mis límites y mis prioridades,
ha sido una bendición.
Tras la toma de conciencia
llegarán las acciones
que harán el cambio posible.
¡Cuánto aprendemos cada día,
y cuánto nos queda por aprender!
Inmenso agradecimiento
por los maestros que llegan.