En este nuevo hogar, que me permite la intimidad y la pausa, me estoy encontrando conmigo, en lo profundo, comprendiendo por fin la sencillez de mi esencia.
Y resulta que, ahora que me escucho, mi Ser interior me susurra con claridad que no precisa nada concreto, ni difícil; solo que me dé el espacio para ser yo misma, que abrace todo lo que se expresa a través de mí, con mucho amor y delicadeza.
Me encuentro en un diálogo muy interesante con mi Ser, que se me antoja algo así como estar en conversación directa con Dios; porque las palabras de mi Ser son puro Amor, todo Luz, no hay juicio ninguno, no habla de exigencia, de control, de perfección ni tampoco expresa frustración.
Por eso ahora, puedo distinguir la presencia de las ‘falsas’ ideas que por mucho tiempo arruinaron mi verdadero anhelo de paz y amor dentro de mí.
Eran ideas que se expresaban a través de voces interiores que me repetían frases del tipo “para estar completa necesitas hacer esto, y lo otro, aquello también” -nada era suficiente-, “hay algo mal en ti”, “para que te acepten necesitas trabajarte…”.
Todas esas voces/creencias me instaban a seguir y hacer todo lo que se cruzaba en mi camino con la convicción de que ‘eso que acababa de llegar’ conseguiría ‘milagrosamente’ cambiar mi vida.
Ahora sé que de esa forma estaba entregando inconscientemente mi poder de sanación a otros; y así me sentía cada vez más pequeña y más necesitada de salvación, de ser salvada por alguien o algo, que no fuera yo misma, porque no creía que pudiera hacerlo.
Hoy soy consciente de que la verdadera salvación está dentro y solo depende de mí.
Claro, desde ahí, también en algunos momentos recibo los apoyos externos que llegan para facilitar mi camino de autoconocimiento, de re-conocerme en ese volver a mí para saber quién soy.
Como te digo, estoy en diálogo directo y abierto con mi mundo interior, las voces y los pensamientos que resuenan en mi mente. Y esta vez, yo soy quién modera la conversación, orientando la atención a aquello que es verdadero, acallando con firmeza todo lo que no me apoya en mi camino hacia la plenitud natural en la que se manifiesta mi Ser, la esencia que somos.
En la experiencia de lo cotidiano esto que te comparto se refleja, por ejemplo, en un ‘acoso y derribo’ a la pesada exigencia que por años me ha llevado, como un lastre castrador, a extralimitarme y esforzarme sin medida.
Una creencia que yo alimentaba sin darme cuenta, dándole crédito inconscientemente, y que se ha expresado dentro de mí en forma de una voz crítica insaciable, para la que nada bastaba, siempre había algo más que podía hacer, algo que mejorar o perfeccionar, una sensación permanente de que nada era suficiente.
Hoy sé que yo no soy ese pensamiento. Y lo aparto eficazmente de mi mundo interno. Ya no permito que se manifieste en mi realidad. Y, no sabes ¡qué liviandad! La ligereza con la que ahora camino, la levedad de mi nueva danza.
Sí, en este momento, ya eres suficiente. No precisas hacer nada, solo darte cuenta de ello, ser consciente de tu grandeza única.
Sonrío mientras siento el milagro de la existencia al contemplar el viento meciendo las hojas del almendro que me regala su sombra para escribirte-nos estas líneas, que siento un presente divino; que llega a través de mi mano en escritura cuasi automática, desde un ensimismamiento que es tan real como el resto de las cosas.
Me despido para preparar algo de comer que tengo que salir en breve; voy a buscar a mi hijo. Otro regalo.
Un cálido abrazo,