He encontrado una nueva casa increíble. Sí, increíble, porque hasta que llegó “no creía” que pudiera existir. Y es muy verdadera. Ha llegado después de una intensa búsqueda; un proceso que ha tenido momentos difíciles y no ha sido sencillo de sostener, por el ritmo y la forma. Llegó cuando entregué el cuándo y el cómo, mi idea del tiempo ideal y de cómo tenían que ser las cosas; cuando encontré la claridad de lo que verdaderamente anhelaba: un hogar en el que estar tranquila y ser feliz.
Estaba tan cerca que no conseguía verlo, tan fácil el acceso que me parecía mentira; quizá porque me acostumbré a lo difícil, al esfuerzo, y ahí me sentía confortable, en mi espacio conocido, donde me he movido por mucho tiempo.
El reconocimiento de esta nueva casa está siendo un viaje apasionante; un viaje interno en el que a cada instante me detengo a deleitarme con algo nuevo y sorprendente, que aparece al mirar con ojos nuevos aquello que ya formaba parte de mí.
Mis libros lucen diferentes en el nuevo espacio, también los enseres, aquellos que me acompañan “elegidamente” y “supervivieron” a las limpiezas de las últimas mudanzas. Curiosamente todo me parece nuevo por igual, lo que ya venía conmigo y lo que acaba de llegar.
Me encuentro en un estado de celebración, gozo y agradecimiento continuo, mientras la vida se despliega sin un plan definido por mí. Y en este fluir me descubro ordenando, fiel a mí misma, mi propio mundo interno y todo lo que me rodea.
Sí, estoy estrenando una nueva casa que llegó cuando comprendí que había encontrado -por fin- mi verdadero hogar, dentro de mí.
Las semanas que precedieron al tan esperado hallazgo fueron realmente desafiantes, de una gran confusión e intensidad emocional. Me sentí literalmente sin un lugar al que ir, sin nada propio a lo que agarrarme. Ha sido un tiempo de mucha lucha interna, una batalla entre la confianza y la fe de un lado, y de otro la incertidumbre y el vértigo, que me desafiaban alimentando el miedo y los juicios, dentro y fuera de mí.
“Es imposible encontrar la casa que buscas en este momento” era la frase que me retaba cada día y que daba alimento a las creencias que sustentaban la duda, la ansiedad, la frustración y la necesidad de control.
“Confía y agradece” fue el mantra elegido que me salvó, permitiendo la muerte de todas las ideas pre-concebidas, y que me sostuvo en ese vacío que antecede a lo nuevo, que le brinda el espacio necesario para que pueda llegar, o más bien para que pueda ser visto, porque sin duda, esta casa, ahora nueva para mí, ya existía.
Lo nuevo ha sido nuestro encuentro, mi presencia en ella. Sí, estoy felizmente de nuevo en casa, he vuelto al hogar verdadero, y siento mucha paz aquí, conmigo.
Y, desde este nuevo espacio, surge naturalmente la voluntad de compartir-me a través de las palabras que se expresan para mí, mientras te hablo. Y brota también el impulso de invitar a la casa nueva, que se alegra cuando recibe seres queridos que la habitan con su presencia única.
Lo que me trajo una intuición que también comparto como broche de oro a estas líneas: ¿Será que lo que sigue al presente del amor propio, es dar y recibir amor?
En la contemplación de esta observación, aprovecho para darte la bienvenida al hogar compartido que es Vivir en Plenitud con Almu en este nuevo comienzo que me trae el hogar propio, mientras lo celebro contigo, con mucha alegría y gratitud.
Un cálido abrazo,