Ausencia de aliento

Llegó a mi vida en forma de aliento.
Eran días de respiración entrecortada.
Y me ayudó a recordar la belleza del suspiro,
el alivio que ofrece el suspiro amplio, confiado.

Ella es respiración en movimiento.
Un latido que abraza y acompaña.
Experiencia en estado puro.
Acogedora y sutil sencillez elevada.

Entre encinas y alcornoques, robles y jaras,
recorrimos senderos antes no transitados;
nos adentramos en nuevos mundos,
para descubrir la belleza del instante presente.

Risas y llantos, intensidad y calma.
Labor y ocio, siempre gozo.
Todo nos fue dado, regalado,
para esta ‘gozadera’ que es la Vida.
Esto lo aprendí con ella,
ahora lo rescato para hacer más liviano el tránsito.

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Dejarme sostener

¡¡Qué gran alivio!!
Siento profunda ligereza.

De repente la carga se desvanece,
aunque sea solo por unos instantes eternos.

El cuerpo recupera su sentir liviano
y el corazón late vivaz y contento.

Este fin de semana me permití
‘descan-ser’ en un grupo de sostenedores de primera.
Solo tuve que ponerme a disposición
de mi necesidad en este momento, la Vida hizo el resto.
Y mis compañeros y el maestro gurundi cedieron sus corazones
para que fuera posible.

La condición de ser humano en general,
y el papel de madre en particular,
llevan como función inherente la de sostener;
desde la que somos capaces de sostener casi todo…
emociones, situaciones, creencias e incluso personas.

Si bien, nuestro sostén individual tiene un límite.
Aunque, a veces, cual malabaristas intrépidos del Cirque Du Soleil,
nos aventuremos a sostener platillos infinitos
en inestable equilibrio.

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Alegría de VIVIR

Hoy respiro, hondo y profundo, de nuevo.
Y siento el corazón alegre.
Y me invade el gozo de saberme viva.
Y acepto, con paciencia y humildad, cada etapa del camino.

Hoy terminó un recorrido que hemos transitado durante cinco meses y medio.