Su cuerpo, el instrumento
La voz, música celestial
que toca el alma
y se queda dormitando dentro
con regusto de amanecer tardío
con sabor a salitre y viento suave
como el calor que acaricia tibio.
Sin estridencias
con equilibrio.
Sensibilidad pura
que acoge una fuerza
de mujer salvaje
libre
eterna.
Canción, risas, acordes de guitarra
que se escapan entre dedos
laboriosos.
Manos curtidas
que atesoran vida.
Campo y noches estrelladas
con vistas al vivir liviano.
Sencillez alegre.
Alegría risueña.
Madre y compañera,
amiga y siempre suya.
Con su paz
Con su canto
Con su movimiento calmo
En un dejarse fluir
ligero
melódico
acompasado
a su ritmo que incluye silencios
giros y cambios
en clave de sol y luna.
Amada Fran, ahora amiga,
Gracias por ser, mujer salvaje.